El principio de redistribución

Mzuzu (Malawi), 15 de agosto

Ayer noche funcionó el principio de redistribución de que hablaba Coetzee y que citaba aquí hace unas semanas. El principio de redistribución se produce cuando de los bolsillos más favorecidos algo pasa a otros más vacíos; una especie de fondo de compensación donde el dinero va de los que más tienen a los que menos. Si te roban en un país del Tercer Mundo, el principio, con mayor o menor justicia actúa; sin embargo si te roba Vodafón o la Telefónica con alguna de sus frecuentes triquiñuelas, o cualquiera de los grandes mangantes, sea de la construcción o de otro sector, aquí no hay principio de redistribución que valga. El que tiene mucho tendrá más todavía como suele suceder casi siempre.
Ser ladrón requiere algunas habilidades, como tantos oficios de bien. Saber algo de psicología, esperar la oportunidad; determinación, capacidad para actuar con rapidez y saber poner los pies en polvorosa sin dejar rastro. El ladrón de ayer, por ejemplo, no dejó rastro. Llevábamos esperando media tarde en la oscuridad de la estación de autobuses y, cuando un autobús más empezó a entrar en la terminal tuve que espabilarme para averiguar si era el nuestro. Yo salgo pitando, Victoria estira el cuello y da un paso para adelante para tratar de leer el cartel de destino del autobús; y, date, ese es el momento esperado, unas décimas de segundo; el instante en que nuestra atención se polariza hacia la puerta del autobús donde se aglomeran los pasajeros; se relaja nuestra vigilia y el caco la aprovecha tan bien tan bien, que cuando vuelvo Victoria todavía no se ha enterado de que le han mangado el macuto; no algo pequeño como una billetera, sino todo un macutazo entero. Todo alrededor es oscuridad, nada por aquí nada por allá. Genial.
El principio de redistribución se ha puesto marcha. El randa hizo su trabajo y no dejó rastro. La organización del mundo va a hacer posible que sin comerlo ni beberlo un currito de Malawi se haga con una pasta algo considerable, que nosotros suframos el fastidio de aguantarnos a nosotros mismos por el despiste, así como el tener que comprar unas cuantas cosas para reponer la pérdida, y finalmente que Mapfre tenga que desembolsar cierta cantidad de dinero en relación con nuestra póliza de seguro. El mundo está bien organizado: se ha producido simplemente un acto de redistribución.
Vodafón y la Telefónica roban de otra manera; además, como nuestros códigos éticos son algo peculiares no consideramos robo multitud de hechos delictivos que cometen a cada momento los que tienen mucho dinero y su único objeto en la vida es conseguir más y más... hasta reventar. No sólo en la construcción, por supuesto. Aparte de que en este caso no hay redistribución que valga, que los que tienen mucho y roban son ladrones sin remedio, mientras que los cacos del Tercer Mundo al fin de cuentas lo que hacen es detraer un pequeña parte de las rentas más abundantes. Además no tienen la desfachatez de hacerse pasar por gente respetable, como les sucede a los otros.
De momento la experiencia nos ha servido para recordarnos lo evidente, que de noche todos los gatos son pardos y que si no estás al loro te pueden desplumar en cualquier momento. Entre otras cosas hemos perdido un ordenador averiado, unos pocos libros y algunos discos, además de las consabidas cosas necesarias para arreglarse y algo de ropa. Poca cosa para que no cunda el desconcierto. Mejor todavía, creo que ello nos acostumbra el cuerpo a no enfadarnos demasiado ni con nosotros mismos ni con el personal que te hace la puñeta. Encontrar la oportunidad de ejercitar la paciencia y la capacidad de comprensión no se da todos los días. Si lográramos tomarnos los inconvenientes de la vida como ejercicios de entrenamiento para nuestra mejor adaptación al mundo y para el fortalecimiento de alguna que otra virtud por ahí perdida, de seguro que la tolerancia a la frustración mejoraba; todo nos iría mejor. Tampoco está de más que el viaje se llene de vez en cuando de imprevistos y anécdotas. De momento el asunto me aisló del ambiente deprimente que presentaba ayer tarde la estación. Aparte de que nos iba a proporcionar la oportunidad de conocer a unos polis agradables con los que era difícil entenderse pero que reían con ganas por cualquier nadería.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Joder, tíos, cuánto os admiro! Si fuera yo, habría montado una fea escena porque tengo poca paciencia, sobre todo después de lo que he pasado. Vengo de una separación horrible y tengo los nervios y la susceptibilidad a flor de piel. A veces no consuela el que te veas libre y con dinero, tan sólo porque no soy capaz de verlo. Quiero convencerme, `pero no puedo dejar de pensar: le mato, le deso la muerte, me rio de él, le igonoro...?
Todo esto es ridículo cuando paso el tiempo chateando o buscando páginas y encuentro gente como vosotros, equilibrados y dispuestos a tomarse la vida de otra manera. Dice mi padre que eso de la forma de ser es cuestión de genes, pero él es bien tranquilo y yo no he salido a él, desde luego.

Bueno, para un comentario ya está bien.Enhorabuena, ya me gustaría a mi ser así. También decidirme a viajar´porque mi ex no era de viajar y a mí sola siempre me dio miedo, ni salir a puerta de casa me atrevía yo sola.

Alberto de la Madrid dijo...

Lo siento, Perla, uno es despistado pero no habia visto tu comentario hasta ahora. No se si te llegaran estas lineas.
... Todo es espezar. Animo, que no tenemos otra vida.
Un saludo afectuoso.